Lo que no se recupera

Diego Damián Martínez
2 min readFeb 1, 2021

Mis padres cumplieron 51 años de casados. En el 2020 tenía un montón de planes con ellos. Los haré en otro momento, pero aquello es tiempo que no vuelve.

Mis padres (Diego Damián Martínez)

El retorno de lo “normal”

La economía se reactivará. Tarde o temprano, siempre se reactiva. Es verdad que a muchos les costará más que a otros pocos y que la cosa viene siendo devastadora para los de abajo. Pero todo volverá a su cauce.

Los teatros, cines, estadios y conciertos volverán a llenarse y los aplausos serán unánimes. Volveremos a nuestros sitios favoritos de comida; volveremos apoyar nuestro codo en la barra de los bares. Viajaremos sin dar explicaciones.

Todo quedará, con suerte, en una indeseable anécdota. Pero está claro que las personas que se han ido, no volverán. Nada curará esas heridas.

Lo irrecuperable

Aunque hay otra cosa que nunca recuperaremos, que ninguna ayuda del Estado nos la devolverá, no hay ningún Ministerio donde reclamar.

Los de la foto sin mis padres en su juventud. Hace unos días, cumplieron 51 años de casados, en felicidad y armonía. El año pasado festejaron su bodas de oro.

Íbamos a viajar (mi pareja, mi bebé y yo) a celebrarlo con ellos (de España a Argentina). Pero la cigüeña había llegado hace poco y en el hospital nos habían inscrito mal el apellido de nuestro hijo recién nacido; nos dificultó al momento de gestionar el pasaporte y el libro de familia.

Sin embargo, concluimos apresuradamente que todo no se puede. Y que para abril íbamos a estar recibiendo a mis papás en nuestra casa. Como sorpresa, los esperábamos con un viaje por Italia (a lugares muy significativos para ellos). Nuestra ausencia en sus bodas de oro se iba a recompensar muy pronto. Eso no era todo. Para las fiestas, nosotros viajaríamos a mi pueblo natal y celebraríamos el año nuevo con toda mi familia.

Luego vino lo que vino. A un año de ese gran evento, lo tengo más claro que nunca. La pandemia nos pudo arrebatar un montón de cosas. Pero se cobró miles de vidas humanas en el mundo entero. Afortunadamente, en mi caso no lamenté ninguna pérdida. Lo único que perdí, y tampoco habrá nada que me lo devuelva, es el tiempo con mis seres queridos. Eso también vale mucho más que cualquier suma de dinero o plan de subvención. Como dice una canción que escuchaba mucho en mi adolescencia: “el día se va y no vuelve más”.

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Diego Damián Martínez
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Diplomado en Comunicación social. Escribo, dirijo y doy clases de teatro.